Andaban dos Mulos, anda que andarás.
Iba el uno cargado de avena; llevaba
el otro la caja de recaudo. Envanecido éste
de tan preciosa carga, por nada del mundo
quería que le aliviasen de ella. Caminaba con
paso firme, haciendo sonar los cascabeles.
En esto, se presenta el enemigo, y como lo
que buscaba era el dinero, un pelotón se
echó sobre el Mulo cogiolo del freno y lo detuvo.
El animal, al defenderse, fue acribillado,
y el pobre gemía y suspiraba. “¿Esto es, exclamó,
lo que me prometieron? El Mulo que
me sigue escapa al peligro; ¡yo caigo en él, y
en él perezco! _Amigo, díjole el otro; no
siempre es una ganga tener un buen empleo:
si hubieras servido, como yo, a un molinero
patán, no te verías tan apurado.”